lunes, 5 de enero de 2009

Prodigiosa década.

Una década aparentemente maravillosa para la economía española, salvo estos últimos meses, se cumplió el pasado día uno. Hace ya diez años que España logró entrar en el euro y que supimos que necesitaríamos 166,386 pesetitas para hacernos con una nueva moneda europea. La general e inconsciente asociación del euro a los veinte duros se demoró unos años, ya que el manejo de los nuevos billetes y monedas no pudimos ejercitarlo hasta el 2002.

Afortunadamente, esa asociación inflacionista sólo ha durado 7 años pero de todos modos, dada nuestra vieja afición al encarecimiento desmedido de los precios, hemos llegado a una situación de casi igual coste de bienes esenciales en España y en países ricos europeos, económicamente muy distantes de nosotros hasta hace pocos años.

Pensemos en las viviendas y en su desmesurada construcción en nuestro país que condujo a la existencia actual de casi un millon y medio de residencias vacías. Mientras se realizaba esta construcción, desmedida, se producía algo económicamente inexplicable: encarecimiento especulativo de los bienes inmuebles, muy por encima de nuestra elevada tasa de inflación.

¿Se puede explicar el mantenimiento de una situación tan irregular de modo tan prolongado? Si todavía estuviésemos con la peseta, no cabe la menor duda de que la crisis constructora habría aparecido hace años, el número de hipotecados con dificultades de pago sería mucho menor y, como en el 82, los pisos recien terminados presentarían precios de venta claramente inferiores a los ofrecidos ante los planos.

Los bancos y las financieras habrían procedido a actuar mucho antes, dificultando la concesión de créditos a los compradores con posibilidades de morosidad. Nuestra permanencia en el euro nos ha permitido disfrutar de situaciones no prorrogables, pero casi paradisíacas.

Si nos fijamos en los bajos tipos de interés de los créditos asociados al euríbor vemos que, muy a menudo, se hallaban por debajo de nuestras elevadas tasas de inflación, mayores que las de la eurozona.

Nuestra pertenencia al euro nos ha permitido ir incrementando nuestro déficit exterior hasta alcanzar la cifra récord del 11% anual sin tener que recurrir a la devaluación, y acumular una deuda externa de 1,68 billones de euros al concluir el 2008.

Pensemos en algo sencillo, pero increíble: durante los cuatro y pico años de "gobierno" de Zapatero la elevada deuda externa de España recibida en el 2004, ni se redujo ni tan siquiera se mantuvo. Su magnitud no se duplicó, ¡ se multiplicó por 2,3 !

Ante el elevado riesgo de comportamiento moroso de los inversores españoles, ¿de dónde vendrán los enormes capitales que precisa el mantenimiento de nuestra artificial economía, y qué mecanismos usará la banca española para acceder al crédito internacional? Las dificultades de obtención de créditos en el exterior que sufrirán las empresas españolas todavía se incrementarán, cuando ahora ya son enormes.

El bono español, muy buen indicador de las dificultades futuras de consecución de créditos empresariales en este país, se ha situado más de 100 puntos básicos por encima del alemán, ya que es más seguro invertir en Alemania que en España. Si conseguir crédito externo va a resultar casi imposible, no nos queda otra política económica a la que recurrir que la tristemente realista: fomento del ahorro y disminución del gasto popular, ya que la reducción del gasto público no está prevista, a pesar de la cara posición en la que el bono sitúa el pago de la deuda pública española. El descenso del gasto, ¿incrementará el paro? Sin la menor duda, pero si queremos seguir manteniéndonos en el euro, es el futuro menos malo previsible.

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