sábado, 3 de enero de 2009

Natalidad decontrolada.

Parece que los humanos tendemos a alejarnos de nuestro natural comportamiento zoológico en, por ejemplo, el mantenimiento adecuado de nuestras poblaciones. Hace unos años, si algunas cosas preocupaban a los ecólogos, sanitarios, políticos o sociólogos, estudiosos de los insostenibles crecimientos de las poblaciones humanas, entre ellas se hallaban el futuro de la adecuada alimentación, las mejoras formativas y culturales, la reducción de la natalidad descomunal e incontrolada en ciertas zonas y la casi ausencia de preocupación y responsabilidad masculina en el adecuado trato de la descendencia.

Ahora se dispone de ONGs dispuestas, aparentemente, a considerar que hay grupos humanos incapaces de mejorar el futuro de sus descendientes. Por ser seres inferiores, pero comprensibles, no logran disminuir sus tragedias cada día más irresolubles. Lo único que les preocupa es disminuir la mortalidad y, aparentemente, para nada controlar la natalidad desmesurada. También se preocupan por facilitar la recepción de la población, insostenible en ciertas zonas, en otros lugares del mundo.

¿Cuántos habitantes, al margen de la enorme mortalidad que habría padecido por la falta de alimentos y la escasa sanidad, tendría actualmente China de no haber adoptado una política restrictiva en cuestiones reproductoras?

En España, que sufriría reducción de población de no ser por la inmigración masiva de estos últimos años, las ONGs se preocupan de la defensa casi incondicional del aborto, de facilitar el uso de los preservativos no sólo con fines protectores, del fácil acceso a la pastilla del día siguiente al coito y de que hombres y mujeres puedan adquirir la infertilidad quirúrgica con facilidad.

Mientras tanto, otras ONGs en países incapaces de alimentar a sus poblaciones de crecimientos descontrolados, se preocupan únicamente de la solidaridad internacional y de la donación continua de alimentos, como si se tratase de ayudar ante una catástrofe imprevista. No son conscientes de que las ayudas permanentes conducen a los pueblos a la irresponsabilidad colectiva. Parece que ciertas zonas están sometidas a huracanes, inundaciones, terremotos o sequías continuas, que precisan un trato solidario indefinido, y que los auxilios internacionales tendrán que ser permanentes, aunque el comportamiento de su población, sobre todo masculina, sea inhumano.

Es inexplicable, por ejemplo, el descomunal crecimiento de la población en Gaza si no se tienen en cuenta las ayudas internacionales. No parece posible un comportamiento pacífico con Israel cuando, por ejemplo, líderes polígamos de Hamás , con numerosísimos hijos que apenas conocen y que pueden emplear como escudos protectores, se permiten el lujo de vivir a cuenta de las ayudas y apoyos de otros países.

Sin duda, todo parece indicar que se mantendrán indefinidamente estas solidaridades internacionales conducentes al crecimiento de una población de modo insostenible a corto plazo. ¿Qué futuro no terrorista le queda a la gran cantidad de jóvenes palestinos, incapaces de ejercer una actividad productiva? Lo mismo que ocurre en Gaza se está produciendo, con la intervención de diversas ONGs, en muchos países. Parece que el crecimiento de la población humana, a diferencia de lo que ocurre con el resto de las especies, no tiene límites.

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