domingo, 14 de diciembre de 2008

Pertinaz sequía.

Menos mal que, como hoy está demostrado, la antigua y famosa "pertinaz sequía" fue un divino y justo castigo a Franco, por su levantamiento militar. En democracia no se contempla la posibilidad de que algo así vuelva a producirse, por lo que la construcción de algún embalse no tiene sentido.

La sequía que amenazó, recientemente, a la zona metropolitana barcelonesa no volverá a producirse. No se tendrá en cuenta que a los portugueses, hace unos años, los embalses españoles los protegieron de unas lluvias intensísimas y persistentes, reduciendo daños y salvando vidas. Se ha decidido que el poder controlar el agua embalsada no es ventajoso, y que los trasvases, obras que hoy resultan de fácil, económica y rápida construcción, no tienen interés si sólo resuelven problemas de sequía, aunque en determinados momentos puedan ayudar a evitar, o reducir, catástrofes poco frecuentes, las inundaciones.

Tampoco se reconocerá que el impacto paisajístico de los posibles nuevos trasvases es mínimo, y que la conducción subterránea de agua en largos trayectos resulta económica y de fácil consecución.

La clase política española progre es absolutamente ignorante en cuestiones climatológicas e incapaz de comprender que, por la posición geográfica y por la compleja orografía de la península, pueden darse situaciones curiosísimas: sequía en una autonomía y, al mismo tiempo, inundaciones en otra colindante o, si se quiere, fronteriza.

Esta ignorancia explica el que los irresponsables políticos hayan decidido que las necesidades de agua, en distintas zonas, se satisfarán mediante desaladoras. No saben que la cara desalación, necesaria en algunos lugares para el consumo humano, es económicamente incompatible con el empleo industrial y agrícola de esta agua. Desconocen que la dependencia energética exterior de España imposibilita el enorme gasto que supone el obtener agua dulce partiendo del agua mediterránea, muy salada. Tampoco saben, aparentemente, que la salmuera daña las praderas marinas de posidonia y que evitar este problema ecológico resulta complejo y caro.

Lo interesante, digno de estudio y de análisis psicológico, es tratar de comprender cómo el posible y razonable trasvase del río Ebro planteado por el socialista Borrell, mejorado y aprobado durante el gobierno de Aznar, se manda al garete en los primeros días del nuevo y "ecologista" gobierno de Zapatero.

Complicado resulta hallar una razón determinante, ya que se dan dos posibles motivos de igual categoría política. Decídanse, por favor, por el que encuentren más adecuado.

Primer motivo: el agua pertenece a la región o nacionalidad en la que se halla, y no se comparte.

Segundo motivo: Narbona, economista nombrada Ministra de Medio Ambiente pero que nada sabe de ecología, sufre un problema sentimental con su antiguo "novio", Borrell. Esta triste situación conduce a la Ministra a tomar una decisión vengativa, pero progresista, la eliminación del PHN.

¿Existirá alguna otra razón capaz de explicar la desaparición del PHN?

Será terrible que dentro de unos años tengamos que escuchar a Zapatero solicitando que vuelva a tratarse el tema de los trasvases. Un comportamiento similar al que, a día de hoy, observamos en Felipe González que, ¡con sólo 24 años de retraso!, solicita que se revise la política energética desarrollada por él y se regrese a la construcción de nucleares.

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