sábado, 27 de septiembre de 2008

Hipermetropía política

Tal vez porque llevo algunos años sin hacer disecciones de ojos o sin hablar de la esclerótica con su córnea, de la coroides o de la retina; acaso por no observar, desde hace tiempo, el trato que le daban mis alumnos a los humores oculares, o la sorpresa que se llevaban al ver el comportamiento de los cristalinos. En fin, por miles de posibles motivos, detecto una especial alteración ocular que, como a mí, debería alarmar a todos los españoles, la hipermetropía. Repito y preciso: la hipermetropía política.

Al llegar a cierta edad, aquellos que sólo nos fijábamos en el color del iris por lo de: "¡qué bonitos ojos tienes!", y seguía la canción, empezamos a comprobar qué nos ocurre cuando se disfruta de una aceptable visión de lo lejano, pero se sufre una pésima observación de lo próximo.

Mucho más fácil que determinar nuestro número de dioptrías es calcular, por ejemplo, la magnitud de la hipermetropía política de Zapatero. Nos fijamos en su representación teatral en las proximidades de la ONU y vemos cómo, con claridad, observa la pobreza de zonas muy alejadas, ya sean africanas, sudamericanas o asiáticas. Por su extraordinaria sensibilidad visual ante la pobreza lejana, ofrece nuestro dinero con una generosidad modélica, dando lecciones a los dirigentes políticos de todos los países ricos. 

¡Qué pena! Esta perfecta visión de la pobreza lejana le impide observar la miseria de multitud de colonias instaladas en España, algunas a pocos kilómetros de La Moncloa. 

Reconozco que me queda la esperanza de que, desde el lejano New York, haya logrado ver, entre otros, el asentamiento madrileño de rumanos sumidos en la pobreza, que ha estado inundado hace unos días. Espero, también, que haya visto por todo el país a miles de ciudadanos, en su mayoría ancianos, recogiendo alimentos de contenedores de basura de restaurantes y supermercados 

Lamentablemente, a causa de su hipermetropía, le resulta invisible la cercana miseria nacional.
¿Será necesario tenerlo realizando, continuamente, viajes internacionales?

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Muy interesante todo. Pero ¿quién es used?. No aparece por ninguna parte quienes son, en realidad, ni usted ni su hija Raquel.

¿Es acaso usted Don Alfonso Guerra dándoselas de anónimo o Don Francisco Vázquez por aquello de la hornacina?

¿Es usted por ventura Don José Blanco o Doña Esperanza Aguirre o la alcaldesa de Valencia?

Quizás usted y su hija sean dos personas inexistentes y su primo Alfonso sea el cantante Joao Afonso.

Sáquenos usted de dudas. A ver, filiación completa.

Anónimo dijo...

Padre, "me llena de orgullo y satisfacción" comprobar que, de la mano de tu beatificada hija, te has lanzado al mundo de las más altas tecnologías de comunicación. Prometo ser fiel lector y riguroso crítico.

Y pensar que hasta hace poco creías que el odenador que estaba en el despacho era una tostadora grande e inutil, e internet una pérdida de tiempo...

Besos

Anónimo dijo...

Señor/a anónimo/a, somos homónimos en apallidos, pero yo hago uso de mi nobilísimo nombre: Carlos. Añádale a mi nombre I o V, lo que prefiera, dada su condición más o menos nacionalista española. En relación a D. Francisco, nuestro embajador en La Meca cristiana, puedo decir que logro recordarlo asistiendo a reuniones clandestinas, no religiosas sino socialistas. En una ocasión nos acompaño el entonces simpático FG. Con respecto a Esperanza, reconozco que me trae a la memoria el comienzo de una canción, algo antigua de más. La alcaldesa, ¿cómo soporta los ruidos falleros?
Mi primo, Alfonso XIV, ¿o será ya XV? se merece todos los respetos.